Posada de Allanrietzk

Frente al bar se encontraba una posada amueblada de la misma manera. Lo único que la diferenciaba era que en la barra, un hombre parecido a Allandras excepto en su alargada y trenzada perilla y las profundas arrugas únicamente ubicadas en torno a sus ojos atendía con un libro de entradas y salidas y un boli, vigilando constantemente a los huéspedes acomodados en los viejos pero mullidos sofás del salón de la planta baja, por si intentaban robar un cenicero o un candil.

-Buenas tardes, ¿no tendrán un hombre tirado por aquí? -entonó sonriendo el espadachín, poniendo los hombros a manera de disculpa.

El dueño dirigió su mirada a ellos, especulando interiormente cuánto dinero podían tener. Después de ello, se hizo el sorprendido mientras les decía:

-Ah, jovenes señores, ¡qué placer que hayan llegado ya! Ya están preparadas sus habitaciones, y el caballero que trajo mi hijo se encuentra tumbado en una de las camas. Hemos intentado despertarle, pero no reacciona... ¿qué le pasa exactamente?

El mago y el espadachín se miraron de manera instintiva, apenas unas décimas de segundo. Podían tener severos problemas si alguien creía que era un secuestro.

-Ah, pues resulta que nosotros tampoco lo sabemos. Simplemente cayó al suelo inconciente mientras entrenábamos. No se preocupe, no puede ser que haya recibido un mal golpe, apenas habíamos empezado y él llevó la ventaja desde el principio hasta desmayarse. Debe ser una fiebre rara de la ciénaga, ya que pasamos demasiado cerca... Yo dije que no era sólo cuestión de no cruzarse con ningún ser de ahí dentro, sino que cualquier cosa podía salir... Puede que fuera un mosquito, o algún pequeño dardo de esas largas cerbatanas que tienen los hombres lagarto.

Allanrietzk sabía perfectamente que los hombres lagarto no tenían cerbatanas, pero un par de personas habían hablado de ello hacía un tiempo y parecía que se había expandido como rumor, sin tener nada de real. Así que le parecieron viajeros sin ninguna idea de cómo era la región, justo como esperaba Gamma. Tanto hablar con borrachos era útil a veces.

Cuando Allanrietzk terminó de convencerse de su inocencia, con un gesto les hizo que le siguieran a sus aposentos. Subieron por dos tramos de escalera, y giraron hacia la puerta cerrada con dos o tres candados a la derecha. Conforme se la abrió a sus huéspedes, entendieron que Allandras le había pedido una habitación especial, al ver el fajo de billetes de Gamma.

-Acomodaos, por favor. -dijo el posadero, haciendo una diminuta reverencia.

-Yo le tomo la palabra -le respondió el espadachín tumbándose en una de las camas. La más alejada a la del comatoso.

En la habitación contigua habían ido subiendo la voz conforme la noche se cernía sobre la ciudad.

-Me da igual lo que pienses, si vuelves a mirar así a un Procurador te irás a las montañas con tu fardo, a mendigar. Bastante hago manteniéndote, pero no pienso buscar la ruina de toda nuestra familia por culpa de los pájaros que te metió en la cabeza ese estúpido extranjero con pendientes. Los Procuradores son lo único que nos quedará cuando llegue el Juicio... pero antes de eso, no nos comprarán nuestras mercancías quienes sepan que no creemos en la Justicia, y te aseguro que una mala palabra y toda la región habrá oído hablar de nuestra falta de fe...

-Pero Padre, están controlando a la gente, llevan décadas diciendo que el Juicio es inminente y aún...

-¡Sin peros! ¡Si vuelves a decir una palabra de lo que piensas sobre la Justicia te irás con un trozo de pan y lo puesto a las montañas!

El silencio se hizo repentinamente. Quizá por la amenaza, quizá por la hebilla que se había oído tintinear a su lado, el muchacho se había callado.

Gamma cerró los ojos con una ligera mueca. Se le hacía amargo volver a oír sobre la Justicia. Era por ello por lo que no había vuelto a visitar a su amigo, nacido en Narbasz, desde años atrás, cuando lo acompañó hacia su hogar después de ser herido gravemente en una pierna y perder unos cuantos dedos en el último y definitivo duelo entre ellos. Recordaba la mirada con la que su rival había desenvainado con la mano que le quedaba sana, dirigiendo su espada hacia él. No se veía espíritu de competición ni de rencor, sino tristeza. Al momento comprendió que sólo podía cortarle la pierna y huir si no quería morir en sus manos, ni que su amigo muriera entre las de la Guardia Real. "Todo es injusto para alguna persona, siempre", le había comentado a su compañero de viaje. Por los chirridos metálicos que siguieron a su frase, una taberna no parecía el sitio para decir algo tan inocente, en aquella región.

Ahora volvía aquí, a los gritos que no permitían respuesta en ningún tono. Desde su anterior derrota, la Justicia había perdido mucho poder. Lo que no habría imaginado era que lo fuese ganar tan pronto.

Se preguntaba si volvería a provocarse otra guerra como aquella, si volvía a tener tanto poder.

Por la noche entre los ecos del viento se escuchó como llamaron a la puerta tres veces. Era una muchacha mal vestida y descalza. Se veía como los escalofríos recorrían su cuerpo y su mirada llorosa era nublada por los mechones rojizos de su pelo que el aire le echaba a la cara. Ella sólo se recogió los brazos arropándose a sí misma y miró al dueño de la posada a través de la pequeña ventana.

El posadero suspiró con cara de sueño y con resignación dijo:

-Anda, joven, pase la noche aquí- Por lo menos se resguardará un poco del frío -mientras abría la puerta-.

Dirigió a la muchacha por las escaleras hacia una puerta ligeramente más pequeña que las demás. Al abrir la puerta, la ténue luz del pasillo dejaba ver un tramo estrecho de más escaleras. El hombre se quedó ante la puerta y dijo:

-Pase, ahí arriba podrá pasar la noche, siento no poder darle mejor aposento. Que pase buena noche.

La posada estaba casi vacía y el posadero no se prestaba tan amable al no ser que hubiera dinero de por medio pero aquella mujer le impactó y sintió la necesidad de dejarle pasar la noche aunque fuese en aquella camarilla olvidada...


La muchacha recorrió con la mirada el tramo de escaleras que se podía ver hasta perderse en la oscuridad de ahí arriba. Miró al dueño y comenzó a subir medio a tientas por las escaleras, una vez arriba el posadero cerro la puerta.

Ella quedó perdida en la oscuridad y se acurrucó mientras escuchaba el ruido de las maderas crujir y algún que otro roedor.

Gamma se despertó a tiempo para que el alba le pillara vestido, como siempre. Temiendo que reclinarse en la cama despertara a sus compañeros, se quedó de pie conforme se había calzado sus viejas zapatillas de algodón y esparto. Eran cómodas y silenciosas, pero ya estaban demasiado deterioradas. Eso le recordó las compras que tenía pendientes. El pescado no había aparecido todavía, lo cual no preocupaba al espadachín hasta que recordó que le había dado dinero. Parecía el momento adecuado para empezar a buscarlo, por lo que se apresuró a salir de la habitación sin siquiera echar un último vistazo a sus compañeros. Simplemente se colocó las espadas al cinto y abrió la puerta sin provocar un sólo crujido.

Helast oyó al espadachín marcharse, ya que debido a su salud no dormía mucho y era facilmente despertado. Los motivos de su compañero le eran tan conocidos como interesantes, pero temía que huyera y le dejara con aquel personaje comatoso, además nadie se libraria de él tan facilmente. Salio lo mas rapido que pudo de la habitación para seguir a Gamma

Taika estaba sentada en la bajada de las escaleras, medio dormida...
Sintió tras ella pasos apresurados que seguramente levantaban el polvo de los sucios escalones. Y de un sobresalto se puso en pie, sin tener en cuenta a la persona que bajaba, haciendola tropezar y caer..

Taika no tuvo por más que chillar del susto, mientras que aquel hombre caia al suelo entre las maldiciones que escupia sobre aquella mujer. ¿A quién se le ocurre entorpecer su paso y además en aquel preciso momento?

-¡Perdone... disculpeme! ¿Se ha lastimado? -

Taika no sabia que cara poner, no podia mirar a los ojos de aquel hombre... Se sentia avergonzada por quedarse ahí dormida, un cliente del posadero habia tropezado y caido por su culpa.

- Maldición, no me prestará un techo nunca más -pensó-

Pero ahora eso poco importa. Las pulsaciones se le aceleraron, la voz le temblaba... tenía frente a ella a un hombre cabreado, muy cabreado...o eso parecía.

Hundiendo el suelo de un puñetazo para levantarse, giró su cabeza hacia atrás mientras comenzaba a desenvainar su espada.

Cuando contempló a la muchacha, con el escote descolocado, olvidó el motivo de su sobresalto. Creía haber tenido una razón para ponerse en guardia, pero no era capaz de recordarla ante la pinta indefensa de la mujer. Cuando se rindió, tomó un tono formal y un gesto ceñudo que aún hacía recordar la mueca con que se había girado tras la caída.

-Señorita, ¿se ha hecho daño?

Ante el preocupado silencio de la joven, siguió mirando algo más distraído hacia otro lado:

-Es vergonzoso que yo haya tenido la descortesía de intentar pasar antes de que usted se levantara... Le pido disculpas -añadió, bajando la mirada, tras oír al posadero pararse en el pasillo perpendicular al que estaban antes de poder ser visto.

Dió un par de pasos hacia atrás sin subir su cabeza y después se dió la vuelta para acelerar su paso hacia la puerta de la posada, no sin echar una última mirada extrañada a la chica, a la que se la había empezado a notar algún tipo de sorpresa.

Tras el sonido de la puerta después de que Gamma saliera seguido de Helast, que había permanecido observando indiferente, el posadero continuó su camino hacia el establo, no sin lanzar su opinión:

-¡Hay que ver! Para un cliente que paga al contado, y encima con propinas y pagándole al fiambre ese la estancia durante un par de semanas a fondo perdido... ¡Tenías que tropezarte con él! Tienes suerte de que no se haya molestado, si lo hubiera hecho ya estarías en el calabozo y yo diciendo que te habías colado en mi mesón.

Giró la cara y siguió con sus tareas habituales, preguntándose por qué era más bueno cada día con los clientes si ellos cada vez llegaban con menos dinero en los bolsillos, y menos vergüenza también... "Se están volviendo todos locos, joder... ¡De remate!"

Taika aún miraba a la puerta por la que habían salido aquellos dos hombres, resonando en el vacío de su cabeza, mudamente las palabras del posadero.

Y sin decir nada, se toco la cinta azul de su cuello y siguió los pasos de los hombres, aunque mas que dos, parecían uno y la sombra de ese. Tenia que saber mas de él ya que aquel desconocido, habia despertado algo en ella, algo que no le gustaba...algo perdido dentro de ella.

Asi sin decirle nada al posadero, salió por la puerta. Aún los podía alcanzar asique se apresuró hasta llegar a tres pasos tras ellos. Callada, con la mirada al frente mirando a lo lejos, como si mirase algo interesante y medio cojeando por el frio que sentian sus pies, pensaba:

-Taika ¿ahora qué?,¿ no has pensado en lo que te a dicho el posadero? ... No pienses en los pies, que demoras tus pasos. ¿No me ven? ¿Y si los adelanto? Oh mierda... un charco.-

Gamma giró por el primer callejón que vió y, al girar la chica, se vió a diez centímetros de la cara del espadachín, que no sabía cómo tomarse a esa chica con pintas de ladronzuela.

-¿Querías algo? -susurró arqueando las cejas con cierta indiferencia, con su mano derecha posada en la empuñadura de una de sus espadas-.

Taika se sobresaltó pero quedó demasiado falso su sobresalto... no sabía mentir.

- Vuestros nombres y saber de quien os escondéis en este callejón- dijo, mientras recordaba débilmente en qué momento había visto a ese hombre.

Sentía curiosidad por él a la vez que una especie de odio y miedo, no le daba buenas vibraciones, claro que no -pensó-. ¿Con lo que te ha dicho el posadero cómo no vas a sentir miedo?

La indignación le erizó el cabello mientras la miraba como a una cría de 8 años demasiado curiosa cuando se le regaña.

Antes de empezar a gritarle y darle una buena colleja, se calmó cerrando los ojos, y sin cambiar su expresión le contestó mientras se daba la vuelta y seguía caminando:

-No nos escondíamos, y nuestros nombres son...

El espadachín miró a Helast, esperando alguna clase de señal que le aconsejase qué hacer... ante el rostro ausente de su amigo, mirando a cualquier parte excepto a su compañero y la niña, volvió a cerrar los ojos con enfado y añadió:

-Son Gamma y Helast, ¡¿estás ya tranquila?! Pues vuélvete a la posada si es que te regalan otra noche, y si no piérdete. Vamos, Helast, necesito rellenar la botella si no quiero matar a alguien, después de esto... Aún no he bebido nada en todo el día.

El rostro indiferente de Helast le hizo imaginar lo que estaría pensando: "¿Sabes que hace diez minutos como mucho que nos hemos levantado?"

Giró la cara hacia delante, secándose con la manga las frías gotas de sudor producto de la resaca que había tenido que provocarse tras la conversación escuchada.

Si se le cruzaba un agente de la ley lo mataría antes de que se diese cuenta. Sobretodo si estaba obligando a alguien a cantar el himno de la Justicia. Tenían suerte de que las luces del alba aún no daban el calor necesario para que esos perros recién aburguesados se despertaran tras la copiosa cena que se habían dado en el cuartel, como todos los días. Y mientras tanto, niñas vestidas con harapos. "Le tiro la niña a la cabeza de cualquiera de ellos, como me la vuelva a cruzar con esa actitud..."