Ciénaga Helmut

-Bueno, aquí empieza este apestoso lugar. Espero que haya una buena razón para pasar por aquí... -miró con enfado al brujo, sabiendo que no la había salvo contentarlo.

-Bueno el aire opresor, la podredumbre por todos lados y las aguas atestadas de peligros son siempre algo que me reconforta. Todo esto afecta a las personas normales y las enpequeñece, eso hace que yo no sea tan diferente a las personas como en otros sitios. Las cienagas son el lugar igualador de los humanos. Ademas prefiero luchar contra lagartos que contra bandidos, son mas nobles.

Diciendo esto empezo a reir a carcajadas, hasta que empezo a toser deseperadamente, tanto que tuvo que sentarse en un tronco caido que habia cerca.

-...Al contrario que yo, que prefiero matar bandidos a pobres animales que sólo defienden su territorio... -susurró sin ganas, observando el patetismo de su compañero.

-El ultimo bandido que conocí no estaria de acuerdo contigo, pero bueno. De todas maneras aqui no hay nada ni nadie que nos suponga un peligro.

Mientras decia esto miraba a traves de la niebla, podia ver como los hombres lagarto los habian rodeado completamente, ocultos en las copas de los arboles.

-Bueno ya estoy listo para continuar-dijo levantandose del tronco- Esta asquerosa niebla no me deja ver nada, pero creo que es por aquí.

Cerró los ojos y comenzó a desenvainar dos de sus espadas, la más gruesa, de tamaño medio y doble filo a su lado izquierdo, y la más larga y delgada, con un severo tono azulado, a su derecha.

-Venid cuando queráis- dijo mientras comenzó a caminar tras el estúpido acompañante que le había tocado.

-¿Crees que te van a hacer caso? Son hombres lagarto, no guerreros. Solo estan protegiendo su tierra, pero no van a atacar por que tu se lo digas, atacaran cuando nos vean mas debiles. De todas maneras, si no te he dicho antes que estaban aquí, es porque nos convenia que ellos pensaran que no nos habiamos percatado de su presencia. La proxima vez ahorrate las bravuconadas.

Helast estaba inquieto, una sensacion que pocas veces sentia. Él confiaba que los hombres lagarto atacaran sin vacilar, creyendo que no sabian que estaban alli. Ahora todo se complicaba, los hombres lagarto son peligrosos si se ven amenazados.

-¿Tu que crees, compañero? Deberiamos volver sobre nuestros pasos? O continuamos?. Ambas cosas son muy peligrosas.

Una huida o la posibilidad de enfrentarse al ser que los lagartos consideran su dios, Helast odiaba ambas por igual.

-Cuanto antes mejor, así que continuemos -dijo mientras dejaba las espadas algo desenvainadas y se apoyaba sus antebrazos en ellas, intentando relajarse.

El duo continuo caminando unas cuantas horas por aquella cienaga interminable. Helast estaba agotado, definitivamente su cuerpo estaba muy debil. Pero lo mas preocupante era que ya no veia a los hombres lagarto, eso significaba que se estaban escondiendo a conciencia. El ataque estaba proximo.

De repente sientio un intenso pinchazo en la pierna, ¿un tiron?, fuera lo que fuese cayó de rodillas al suelo y la vista se le nubló poco a poco.

-¡¿Y ahora qué te pasa?! -y con esto nuestro ebrio personaje se dispuso a examinar la pierna mientras miraba de reojo a los alrededores. El silencio se podía cortar con una navaja oxidada.

Entonces observó que el arrugado y huesudo músculo de su acompañante tenía un agujero de entrada y otro de salida. La herida no mostraba restos de pólvora, ni arañazos propios de una daga o flecha.

Tratando de deducir las distintas posibilidades que quedaban, volvió la cara hacia su destino, desencajando los ojos.

-¡Bastardo, si te vas a morir entonces échame una mano antes con esta cosa!

Ante ellos se alzaba la criatura mas temida en la cienaga Helmut, el dios de los hombres lagartos, la Salamandra.

Un lagarto gigante de 3 metros y medio a pesar de caminar a cuatro patas. Su cuerpo escamoso de color negro con brillos rojos, tenia aberturas por las que se veia el correr de la lava por todo su cuerpo. De su nariz salían chorros de vapor caliente, y todo a su alrededor se secaba debido al intenso calor que irradiaba. De repente se alzó sobre sus patas y gruñó escandalosamente. Nada más caer miro a Gamalalielo y arrojo un escupitajo de fuego hacia él.

Helast se giró en el suelo y lanzo un proyectil congelante para interceptar el escupitajo de fuego.

El choque de elementos no pudo ser más salvaje: Chispas y cristales se repartieron por toda la ciénaga. La pupila del ojo que le quedaba sano a Gamma encogía a la misma velocidad que humeaba el herido. Una aberración de párpado intentaba abrirse, al tiempo que derramaba el pus que no paraba de generarse dentro de él.

Para cuando Helast pudo ver la pupila izquierda del espadachín, tan sereno como ebrio, ésta había cogido un brillo blanquecino que contrastaba sobradamente con la sangre que envolvía el globo ocular.

"Ya sé dónde se renueva tu calor", susurró cerrando los ojos.

Entonces se dió cuenta de que su compañero debía llevar un rato tocando con su mano izquierda la hoja de la espada que había agarrado con su diestra. El azul eléctrico había pasado a un blanco opaco que generaba una niebla cada vez más densa.

El monstruo debió notar cierto frío, ya que dió un paso atrás con recelo antes de volver a su posición dispuesto a atacar. Pero Gamma ya se había adelantado y corría hacia él agachado con intención de clavarle su mejor espada en el cuello para llegar a la parte más sensible de lo que habría sido su cerebro, si tuviera.

-¡No lo hagas!-gritó Helast desesperado, mientras se levantaba torpemente. El brazo derecho se le había quedado ligeramente congelado como consecuencia de su hechizo.

Pero era demasiado tarde, Gamma avanzaba rapidamente hacia la Salamandra, esquivó un zarpazo de la bestia y clavó fuertemente la espada desde abajo por la mandibula atravesando todo su craneo. El frio acumulado en la espada hizo su efecto, dañando al monstruo severamente. El unico problema era que la Salamandra no era como Gamma habia imaginado.

-La Salamandra no acumula calor, exteriormente es un lagarto, pero su interior es lava fundida. No es como un dragon, por eso los hombres lagartos la beneran, debemos alejarnos de ella.

Si bien la espada de Gamma habia congelado la herida de la bestia, la lava de los alrededores empezaba a derretir el hielo. Al no tener organos internos el ataque del guerrero solo habia provocado una brecha en las escamas, por la cual empezo a salir lava, amenazando con fundir la espada y con quemarle.

El borracho tiró de la espada con fuerza, inclinándose hacia su amigo, para salir corriendo y pensar otra estrategia. Si no tenía órganos, ¿cómo podían matarlo? ¿Habría que congelar toda esa lava, encerrar ese lagarto en las profundidades abisales, o huir de él para siempre? Por primera vez anhelaba que su acompañante supiera qué hacían allí. Todo esto pensaba tirando y tirando de su espada.

Helast empezo a acumular electricidad en la palma de su mano, creando una especie de disco cortante.

- Si no sacas pronto la espada te voy a cortar en dos.

Esto era mentira, pero quizas asi su compañero se diera mas prisa. La verdad es que si Gamma no se daba prisa el disco cortante se le escaparia en cualquier dirección, con el peligro que acarreaba eso. aunque el manejo de la electricidad era lo mas sencillo para el, en el estado actual, con el gemelo agujereado, el brazo derecho congelado, y la mano empezandosele a paralizar, la cosa no pintaba bien. Ademas si no conseguia dirigir el disco hacia las patas de la Salamandra el ataque seria inutil.

Gamma consiguio sacar la espada de un fuerte tiron, pero recibió una salpicadura de lava que salia de la herida, quemandole el brazo.

-Mas te vale apartarte ya.

Helas apunto hacia las patas derechas y lanzo el disco rapidamente.

El espadachín saltó rápidamente, chocando con un árbol al vuelo, retorciéndose de dolor. Atrás quedaba el monstruo, vaciándose desde sus patas mientras intentaba volver a caminar. Un chillido más agudo de lo que jamás habían oído salió, quién sabe si de la boca del monstruo o de lo más profundo del lodo burbujeante. Comenzaba a salir de su boca más y más lava mientras sus articulaciones vibraban provocando un telúrico aullido. Mirando su espada, con el filo y punta perdidos por ahora, se preguntó si esto les acercaba en algo a la victoria.

-Muy bien, ya lo tenemos inmovilizado- dijo Helast mientras el brazo le empezaba a sangrar abundantemente- Lo que no se es como vamos a acabar con el antes de que se recomponga.

Helast se sento bruscamente en el suelo, apoyandose en un tronco cercano. La imagen era bastante penosa, tanto el como el espadachin estaban destrozados, y la Salamandra en el suelo revolviendose, los hombres lagarto esperando el resultado de la batalla, y la sensacion de que ellos dos solos no podrian con ese demonio.

Un borboteo incesante, producto del contacto de la lava con el lodo de la ciénaga, producía una humareda demasiado opaca, que ocultó la escena. Pero otro borboteo, ajeno a aquella escena, apareció cerca de donde Helast se sentó... Apareció una cabeza con pelo corto y relucía verde azulado. Helast pegó un brinco sin levantarse del suelo e intentó defenderse, pero vio que no era necesario. Se dio cuenta al instante de que no era un hombre lagarto.

- En fin... No dejan a uno descansar ni un rato... Qué jaleo...

El individuo que salió de la ciénaga tenía cara de sueño, como si hubiera estado durmiendo arropado bajo aquel manto de fango. Fue directamente hacia la salamandra, juntó sus antebrazos y expelió un fluido cristalino con un sonido de propulsión. El balazo líquido impactó contra la cabeza de la salamandra, y esta se encogió, como si se hubiera absorbido hacia dentro del cuerpo. Empezó a salir más lava a borbotones por sus extremidades cortadas, a una velocidad cada vez mayor. El hielo se derritió por completo y, mientras la nube de humo desconcertaba a los hombres lagarto, el individuo que había acabado con la salamandra se volvió hacia Helast, preguntando con un tono de reproche:

- ¿Pero se puede saber a qué aspirabais?

Helast se quedo mirando a aquel ser con cara de desprecio un buen rato. ¿Quien se creia que era tratandole de aquel modo? Pero como aquel ser habia sido capaz de matar a la Salamandra (Aunque tambien es verdad que la tenia a punto de caramelo) no quiso pelar con el.

- Te dire tres cosas que creo que comprenderas- dijo Helast con tono autoritario mientras se levantaba- No aspirabamos a nada, simplemente nos la encontramos. Segundo, ¿Quien demonios eres? Y tercera y mucho mas importante:
¿Son esos tus amigos?

Esto lo dijo señalando a los hombres lagartos que los seguian mirando desde los arboles.

El individuo no quitó ojo a Helast, pero sin más preámbulos, pegó un gran bostezo, se acercó a la pequeña charca de agua fresca que resultó de fundirse el poco hielo que quedaba y se lavó la cara. Helast contemplaba atónito tal reacción de indiferencia. Entonces, aquel individuo, como si hubiera salido de un lago en lugar de una ciénaga, ya que estaba completamente limpio gracias a sus escamas impermeables, profirió un grito incomprensible hacia los hombres lagarto que estaban en el árbol. Algunos hicieron el amago de bajar de los árboles para abalanzarse sobre él, pero otros lo evitaron. Con resignación, se fueron de rama en rama, alejándose de aquel lugar.
-Bien, te contestaré por orden. Primero, deberíais andar con más cuidado y no meteros donde no os llaman, este sitio está lleno de peligros...-hizo una pausa para observar a Gamma, el cual le devolvía la mirada, intentando enfocar mejor y ver menos borroso a aquel tipo. Después, prosiguió-. Segundo, soy Neil, vivo aquí y allí, y si lo llego a saber, me busco otro lugar para descansar para que dos faltos de prudencia como vosotros no me jodan la siesta. Y tercero, solamente los conozco bien y me limito a tratar y convivir con ellos cuando me toca. No se puede llamar amigos a seres reptilianos, nunca sabes cuando pueden traicionarte. Yo no soy lagarto, soy un ictiántropo. Podéis dar gracias a que me he ganado el respeto de la mayoría de ellos, si no, hubierais sido escasa carne fresca para tanto lagarto suelto. Habéis matado a una hija de su gran deidad, la Salamandra...

Fue al lugar de donde había aparecido, y sacó de entre el fango un collar de lo que parecían dientes de tiburón. Lo limpió en la charca donde se lavó la cara y, acto seguido, Neil tomó el rumbo hacia la derecha, donde, a lo lejos, se divisaban unos árboles extraños, de un verde demasiado pálido, envueltos por una neblina fantasmagórica. Paró de caminar, volvió la cabeza y dijo:
-He de reconocerlo, si no hubiera sido por vosotros, no hubiera podido rematar a esta lagartija, ya le tenía ganas...- Yo me voy de aquí, de un momento a otro, la Salamandra vendrá, y no es que tenga mucha consideración si da con alguno de nosotros... Aquí corréis peligro. ¿Qué pensáis hacer?

Helast medito las palabras que ese tal Neil le habia dicho. Asi que esa Salamandra solo era una version reducida. En ese caso si apareciera su madre estarian en graves problemas.

- Veo que por tu parte la opcion preferida es la de correr, pero yo no soy un cobarde y no voy a huir. Por otra parte tampoco me voy a quedar esperando, ya que esta cienaga no me interesa para nada. Yo voto por continuar nuestro viaje y si aparecen pues ya veremos lo que hacemos. ¿Y tu Gamma? ¿Que opinas?

Incorporándose, Gamma tartamudeó dirigiéndose a la pescadilla con un ojo medio cerrado y el otro hecho un asco:

-La sombra del dragón, ¿qué sabes de ella? Eso es lo único que me importa, y si no tienes suficiente información o poder para conseguir eliminarla, mejor será dar un par de vueltas por si encontramos a otro lugareño.

Neil devolvió una mirada de desdén a ambos... «Qué dos tipos tan curiosos...», pensó Neil.

-Já, pecas de gran ingenuidad, si crees que correr es sinónimo de cobardía. Y... -se dirigió esta vez a Gamma, el cual se tambaleaba un poco-. ¿Gamma te haces llamar? Bueno, Gamma, no vendo información de ese calibre a dos individuos nada sensatos que casi acaban presa de meras lagartijas. Lo único que te diré acerca de la sombra de dragón, es que no estáis nada preparados para enfrentaros a ella. Deja, al menos tú, tu ambición y bravuconería a un lado. Deberías haber dejado parte del alcohol que has derrochado para desinfectaros esas heridas, van a acabar pudriéndose.

Habiendo dicho esto, Neil continuó caminando hacia la arboleda pálida. Helast y Gamma ya no alcanzaron a verlo cuando cruzó aquella tétrica neblina.

Helast estaba ya completamente de pie y parecía bastante bien comparado con su compañero, que estaba medio ciego y con varias quemaduras por el cuerpo. Por suerte para él, excepto la herida en el gemelo, todas sus heridas habian sido provocadas por el uso de la magia, heridas que se curaban relativamente rápido. Le preocupaba el estado de su compañero, aunque parecia un hombre fuerte esas heridas eran para guardar cama, y aunque no lo admitiera no le apetecia quedarse allí.

-¿Que vamos a hacer con el lenguado este? Parece saber algo, yo votaría por la tortura para conocer lo que sabe. Por otro lado, ¿Le vamos a dejar venir con nosotros? En cualquier caso, y como no creo que quieras sacarle informacion por metodos agresivos, deberiamos seguir con nuestro camino para encontrarnos con el asesino de Ayumkot.

Como si no supiera lo que iba a decir su compañero...Pero ese Neil le caia gordo.

-Por ahora sigámosle -susurró tras un rato mirando sus manos con la mirada desenfocada.

No le preocupaban las heridas. Lo peor había sido separar los párpados fundidos entre sí. Tras esto, desinfectando con el alcohol que sí que guardaba, pese a lo que creyese el resto, en unos días sólo sería una historia que contar a los feligreses de alguna taberna.

Lo que no esperaba era el calibre que los monstruos del lugar habían alcanzado en el tiempo que llevaba fuera de la región. Los ahora musculosos hombres lagarto que le llevaban una cabeza o dos de adelanto y eran capaces de cargar con su propio peso en armas y armaduras, en su adolescencia eran enclenques lagartijas equiparables a un menudo quinceañero poco avispado.

El pueblo había crecido desorbitadamente: Lo que ayer era una aldea con taberna e iglesia hoy era un mercado lleno de regocijo de sol a sol. Los agradables campesinos, siempre sonrientes a la par que demacrados por el trabajo rural, que no se diferenciaban ni en el color del iris, habían sido sustituidos por gentes cada cual más estrafalaria, de todas las alturas, razas y culturas. La mayoría guerreros. Creía saber por qué.

Examinó el suelo por última vez, antes de dejar la ciénaga y volver a la luz del sol que ya se vislumbraba entre una nueva vegetación blanquecina que se alzaba, exuberante, con preciosas hojas verdes, a unos minutos de allí, fundida con una espesa niebla azulada que le daba la sensación de no ser demasiado natural. La cromología de los espadachines borrachos, ya se sabe.

(Por favor, encuentre algo el que escriba... Que hemos sudado la gota gorda para acabar por fin con la jodida salamandra... Eso sí, me lo quedo yo y lo ve Helast, lo compartiremos ya que somos los que lo encontramos... Y ya si eso ya lo compartimos con otros... Si nos parece necesario decirle lo que hemos encontrado...)

Entre la maleza encontró un pergamino. Estaba lleno de barro y parecía estar en malas condiciones. Gamma lo abrió con cuidado para evitar que se rompiera. El pergamino estaba en una lengua extraña que Gamma no podía leer.
-¿Puedes leer esto, Helast?
Helast se acercó a Gamma y miró el pergamino.
-Parecen simbolos magicos-dijo-Pero yo no he leído un libro de magia en la vida, supongo que en alguna academia de magos sabran leerlo.
Gamma se guardó el pergamino en el bolsillo, se levantó del suelo y se fueron hacia donde había ido Neil.

(Esta aventura continua en el nuevo topic de la arboleda)