El poder de la pluma y el tintero.

Londres, 1854
El escritor estaba más que nervioso, estaba asustado. Arrebujado en su viejo y desvencijado sillón de cuero, sintió cómo desde detrás se acercaba a él uno de sus personajes. No se atrevió a mirar, pero aún así lo vio; encapuchado y alto, siniestro, cubierto por un hábito blanco.
- Has escrito mi historia. - le reprochó el personaje, de nombre Gregorious Peack. Tenía una voz ronca y siniestra.
- He cambiado los nombres, las fechas y los lugares. - se excusó el escritor, intentando parecer firme, pero sin mirar atrás. - Nadie sabrá que has sido tú. Nadie en toda la policía de Londres irá a por ti.
- No me preocupa la policía. - replicó Gregorious. Se acercaba al respaldo del sillón sigilosamente, arrastrando los pies, como hacía en el libro que había escrito, como hacía siempre que se acercaba a sus víctimas.
- Tenía que escribir ese libro. - volvió a excusarse el escritor, hundiéndose aún más en el asiento. - Haz conmigo lo que quieras, pero tenía que escribirlo. - Con gran esfuerzo consiguió que la voz no le temblara.
El escritor, aterrado, pudo oír como el machete de Gregorious se deslizaba desde la manga de su hábito hasta la palma de su mano. Igual que en el libro, igual que en la realidad. El monje Gregorious, fray Giorgio en el libro, no solía perdonar a sus víctimas, y tampoco solía fallar. Pero todavía quería algo.
- Dame el libro. - ordenó.
- ¿El libro? Hay miles de ejemplares publicados.
Gran error el del escritor. Podría haberlo pensado un poco más, podría haberle dado el original a mano y quizá haber seguido con vida unos días para poder escapar del país, pero no fue lo bastante rápido ni lo bastante hábil como para mentir.
Gregorious Peack rugió de furia, igual que en el libro, igual que fray Giorgio.
- Una última pregunta… - esa era la frase favorita de fray Giorgio. Y si no le gustaba la respuesta, te mataba. - Has dicho que tenías que escribirlo. Necesitabas escribirlo, ¿Por qué?
El escritor ya notaba el fétido aliento de Giorgio en su nuca. Fray Giorgio nunca perdonaba en su libro, a cada víctima que elegía, la asesinaba, había asesinado a decenas de mujeres vírgenes en el sur de su Italia natal, y había viajado hasta Londres para seguir preservando la virginidad en el mundo. Y en la realidad, fray Giorgio era Gregorious, y no se diferenciaban en nada. El escritor empezaba a confundir la realidad con la ficción.
- Digo que por qué tenías la necesidad escribirlo. - repitió Gregorious.
- Porque soy escritor.
Después de esa frase, tan real como la vida misma, el escritor sintió un escalofrío en la nuca. Estaba viviendo el momento con demasiada intensidad y decidió dejarlo. Así que secó y guardó la pluma. Y desapareció Giorgio, y desapareció Gregorious, y desapareció el escritor.

Fantástico...

Muy bueno, sin duda.

elegantemente sublime...

¡¡Masyebra ha vuelto!!

Fenómeno

Solo tengo una palabra con la que calificar este texto: chapó.

elegante, muy elegante, muy de elegancia

muy bueno.

Elegancia me excita