Existencialismo y demás. 11-12-2008. 0:42 h.

Me meteré de lleno en lo que quiero meterme, porque lo que ha pasado hasta hoy me ha hecho reflexionar más. Cada día que pasa (por tomar como referencia alguna medida del tiempo, si es que es correcto medirlo…) es para mí un paso más hacia mi verdad. Porque es mía, y si no digo que no sea de alguien más no quiere decir que lo esté obviando, ni afirmándolo tampoco. Yo digo que esta verdad es mía porque la estoy elaborando yo, está siendo pensada por mí, me da igual que alguien la haya pensado antes, por eso, como no quiero plagiar a nadie, digo, de momento, que es mi verdad, y no “la” verdad. Puede que llegue a ser “la” verdad para un pequeño grupo social, o para incluso más de uno, pero eso no cambia el hecho de que nunca será compartida por cada una de las personas que habitamos este mundo, por lo que reitero nuevamente, y ya habiéndolo argumentado más concretamente que en momentos anteriores, que esta es mi verdad. Y bien, a lo que iba… ¿Qué es la vida? ¿Qué es lo que se siente al morir? Y antes de buscar respuesta a estas preguntas, pregunto: ¿por qué sentimos lo que sentimos al sentir la muerte de alguien cercano? ¿Acaso todos los humanos sienten lo mismo? Claro que no, entonces no puede ser un sentimiento individual, sino social, nos ha sido “inculcado” por la sociedad. Pero los sentimientos no pueden ser inculcados (de ahí el entrecomillado), así que, ¿qué es lo que hace que sintamos esos sentimientos cuando no nos han sido inculcados? ¿Los imitamos por empatía? Y si fuese así, ¿por qué lo hacemos? Son inútiles, por lo menos los dolorosos, aunque… Ahora que lo pienso… Si sentimos algo bueno, conlleva sentir algo malo cuando lo que provoca ese buen sentimiento está ausente… Por lo que somos nosotros los culpables de sentir lo que sentimos. ¿Qué por qué? Pues porque somos nosotros los que nos hacemos a nosotros mismos, acarreando con las consecuencias si lo hacemos de manera equívoca. ¿Cuál sería ese modo equívoco y al mismo tiempo inevitable? Ser sociable. Eso es una de nuestras grandes virtudes y de nuestros peores defectos simultáneamente. Porque lo que nos hace débiles es nuestra naturaleza sociable, pero solo si caemos en la dependencia emocional. ¿Qué es eso? Lo peor que existe. Lo que nos hará felices en un principio, y lo que finalmente nos hará sentir lo peor. Aunque eso solo le ocurrirá a los que no tengan una integridad mental completa. Creo que voy dejando bastantes conceptos de los que dar mi definición propia de ellos, es decir, lo que entiendo por cada uno de ellos. Ser sociable. ¿Qué entiendo yo por esto…? Ser sociable es tener la capacidad necesaria… O la necesidad de una capacidad para… No, mejor dicho: es la necesidad que tenemos de ser capaces de relacionarnos con los seres que nos rodean, ya sean vivientes (humanos, animales…) o virtuales. Con lo de virtual no me refiero a algo relacionado con ordenadores, sino con algún ser irreal, imaginario… El adjetivo “todopoderoso” podría ser incluido entre ellos… Pues sí, creo que todo esto lo puedo englobar dentro de mi definición de “sociable”. Ahora, siguiente concepto… Dependencia emocional. Esto, para mí, es: comenzar a sentir algo, ya sea por una acción, suceso, hecho, persona, animal, idea, palabra… cosa concreta, y no evitar el acostumbramiento a él, sino dejarse llevar por dicho sentimiento, acomodando al cerebro a dicho sentimiento. Por esto mismo es por lo que digo que sentir no es malo, es parte de nuestra naturaleza, pero si nos acostumbramos a esa cosa y a esos sentimientos (estabilidad, felicidad, confianza, amor, placer, diversión, éxito, lealtad, bondad…), en ausencia de lo que se depende emocionalmente, sentiremos lo contrario de un modo relativamente intenso (inestabilidad, tristeza, desconfianza, odio, dolor, aburrimiento, fracaso, venganza, maldad…). Aquí termina mi definición de algunos de los conceptos… ¡Pues no, que me queda uno! El más importante, ya para derivar, de la definición de este concepto, la solución a la pregunta inicial. Integridad mental completa. ¿Qué es y cómo se consigue? Para mí una integridad mental completa es conseguir tener una cierta mezcla de fortaleza, empatía, indiferencia y resignación. Creo que es lo más aproximado a esto: poder sentir en su justa medida. Fortaleza y empatía, para saber sentir lo que otra persona siente, pero sin pasarse, de ahí que sea necesario cierto tipo de fortaleza interior. E indiferencia y resignación, pues mayoritariamente en el caso de la muerte, porque si es algo que no conoces no puedes temerlo, y si llega tu hora necesitas resignarte, sea el momento que sea, te quede vida por vivir o hayas vivido de más, es lo que a todos nos aguarda, y si la aceptas así, no sentirás miedo ante ella. Estos dos elementos (indiferencia y resignación) junto con los otros dos (fortaleza y empatía) son mi vía hacia la verdad, porque además de no temer a mi muerte, no sentiré lo que se siente al sentir la muerte de alguien cercano, porque si, por ejemplo, yo quiero a alguien, pero lo hago en su justa medida, al perder a esa persona, no me sentiré tan mal si en lugar de eso me habitúo a amar y querer a dicha persona. Si no me habitúo al amor que siento por esa persona, ni al sentimiento que esa persona evoca en mí, no sentiré dolor, sino indiferencia, lo cual es una actitud egoísta porque la sociedad la cataloga así, pero es uno de los senderos que lleva a la felicidad, aunque no comprendamos nunca qué es la vida y qué se siente al morir. Como frase globalizadora de esta reflexión del día de hoy (mejor dicho, madrugada de hoy, las 2:12 son ya…) diré lo siguiente: para conseguir la máxima felicidad posible, es necesario, pero no suficiente, un autocontrol muy estricto, tanto en el plano sentimental como en el racional, eliminando las posibles dependencias emocionales que nos acechen en nuestro camino hacia la muerte.

Sí, esto se que puede recibir bastantes críticas, sobre todo por mi manera de entender la vida en estos momentos, que es bastante contraria. Muchos sabrán por qué yo antes era así, y pensaba como pensaba.