Vieja tienda de armas

Por el mercado no habían visto a nadie. Algunos niños les habían dicho recordar al merluzo, pero los adultos les volvían la cara y se iban. Llegó un momento en que se fijaron que ya no había niños jugando.

En vez de preocuparse por la siniestra situación del ictiántropo, Gamma se preguntaba cómo podía haberle dado tanto dinero a un desconocido.

Rendido, acabó entrando en una tienda con viejos dibujos que parecían haber sido coloridos en algún pasado remoto. Sin embargo, Gamma no recordaba ninguna tienda de armas en todo el pueblo, tan pequeño como era la última vez que había estado aquí.

Dentro había un joven con cara de viejo que estaba cambiándose un grueso vendaje que llevaba alrededor del brazo. Mientras se curaba con un ungüento blanquecino grasiento que, pensó Gamma, no podía ser bueno para nada, pudieron apreciar una larga abertura desde su muñeca hasta su codo, en la parte interior del antebrazo.

Gamma tosió a drede mientras recogía un par de cosas por los puestos a lo largo de la tienda.

El joven, que con la cercanía acusaba unas ojeras muy marcadas, miró las mercancías mientras contaba mentalmente la valía de todo lo que iba a comprar este hombre con cara de pocos amigos.

-¿Así que unas botas, una armadura laminada, un coleto de cuero endurecido, una protección para la frente y una caja mediana de agujas?

-Y la espada que tiene detrás de usted, la de la derecha -dijo mientras desnudaba con la mirada el enorme espadón de una cuarta de ancho y casi su altura de largo-.

El dueño de la tienda dijo la cifra, incrédulo. Justo lo que le quedaba a Gamma.

Tras varias miradas a la puerta del bar de enfrente y a la espada, le entregó al tendero todo lo que le quedaba y se colocó las cosas como pudo, mientras esperaba de Helast una mirada aprobadora.

Helast sonrió de oreja a oreja.
-Bienvenido al mundo de los pobres. Creo que me divertiré en extremo viendote sobrio para variar. Aunque todo es culpa tuya por darle dinero al primer bichejo que nos encontramos por el suelo. De momento he descubierto algo bueno de ti, si no bebes no vas recogiendo a toda persona que se cruza en tu camino.

Helast miro hacia la ventana donde se asomaba la chica.

- No se que piensas hacer, pero yo recuperaria tu dinero de manos de ese ictiantropo, no por que me interese tu poder economico, pero no me gustan los ladrones.

Gamma, nada sorprendido por el cinismo de su amigo, le dedicó una sonrisa de confianza:
-Profesionalidad ante todo... cuídate de las agujas, por si la abstinencia me produce algún pronto -dijo mientras se clavaba las agujas una a una atravesando sus mangas, para que no se tropezaran con su propia piel-... Las tendré muy a mano -acabó, haciendo un rápido ademán de coger una de las que había colocado ya-.

Unos minutos después, se dirigió hacia la puerta mientras comentaba con su compañero la posibilidad de buscar a Neil en los trapicheos de los barrios bajos.

Taika estaba aún en la ventana, observando con las narices pegadas al cristal a los dos individuos. Esperaba su salida para continuar sus pasos a escondidas... hasta descubrir lo que tramaban. Y además, averiguar el por qué de esa sensación tan extraña que Gamma despertaba en ella.

Habiendo comprado otro filete de salmón en el mercado, Neil entraba en la tienda de armas.

Se quedó estupefacto al chocar con la cara de enfado de Gamma, pero decidió afrontar la situación con entereza, y sin dar ninguna explicación de por qué había desaparecido de esa forma. Se limitó a darle el fajo de billetes, y no hizo falta ninguna palabra que explicara la disminución del tamaño del mismo. Ese filete que ahora mismo Neil tenía entre manos, era considerablemente enorme.

Gamma se apretó los párpados con dos de dedos de su mano izquierda, intentando reprimir su creciente espíritu asesino. Con ese dinero tenían para comer y dormir un par de días los tres y la mocosa pesada que les esperaba fuera, y enfadarse habría supuesto gastárselo todo en alcohol al momento para reprimir sus impulsos.

Tras suspirar lentamente y sin cerrar los ojos, le gritó al merluzo como si la pausa que se había tomado no hubiera existido:

-¡Ya era hora!¡Vamos de una vez al bosque de Aridias! -y continuó sin poder evitar mostrar su desesperación- A uno de vosotros dos os toca guiarnos, no voy a preguntarle a cualquiera para que nos guíe hacia la típica emboscada que tienden a los extranjeros perdidos...

"Aunque me tienta", pensó el espadachín.

Y así salió a la puerta de la tienda, dándole la espalda a la niña para que creyera que no la había visto, y esperando a que sus excéntricos compañeros empezasen a andar.

Helast siguio a Gamma y al pasar cerca de Neil le susurro:

-Noto el olor a cobarde desde aqui. Espero que no huyas cuando las cosas se compliquen, que me temo no sera muy tarde...

Cuando llego a la altura de Gamma chillo:

-Vamos Neil, por llegar el ultimo, tu nos diriges.

Mientras Neil se acercaba a ellos, el mago le susurro a Gamma:

-Creo que el ictiantropo nos ha vendido, andate con cuidado...

El espadachín le respondió con una mirada escéptica, convenciéndose a cada momento de la exagerada locura del hechizero. Evitando pensar en la existencia de quienes le acompañaban, caminó rápido detrás del pescado un par de horas hasta llegar a la entrada del bosque.