Desvanezco.
Y, entiendo que, lo que había antes, ha dejado de existir. Pero aún así existe, y lo noto, y su palpitación es cada vez más creciente en mi cabeza.
Entonces, me incorporo, y presiento que todo anda otra vez mal, y que esta es la definitiva en la cual si que no puedo hacer nada.
Y me da igual.
E, incluso, disfruto de que por una vez todo esto pueda terminarse, por fin, sin que medie más sufrimiento de por medio.
Pero, a pesar de esta última situación, la sensación reminiscente es la misma de siempre, porque, aún así, sigo viendo lo único que soy capaz de sentir.
El vacío.