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 Noche tras noche

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lady joplin

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MensajeTema: Noche tras noche   Noche tras noche Icon_minitimeLun Feb 21, 2011 6:02 pm

Una noche más. Una noche cualquiera. Silvia apura su décimo botellín en la barra mientras mira sin ver o ve sin mirar los numerosos cuerpos que se agitan en la pista de baile al son de la música. Otra noche que sale sola con el único fin de beber y olvidar, o simplemente beber. Sólo beber. Y esperar. Esperarle a él, a esa persona que tiene que llegar a nuestra vida para llenarla y complementarla. Esa persona que puede no llegar nunca pero aún así se espera, como se espera el calor del verano en el mes de enero o como se espera el sincero abrazo de alguien que te diga lo imprescindible en su vida que eres. Por esa razón salía cada noche con su vestido más ajustado, su perfume más caro y su pintalabios más rojo, mientras apoyada en la barra bebía cerveza tras cerveza buscando a esa persona entre la multitud de cuerpos desconocidos.
Los altavoces desde lo alto, empiezan a susurrar el característico sonido de la guitarra de Chuck Berry. Silvia emocionada corre a la pista. Ya a todo volumen “Oh! Carol!” se escucha en el local. Su canción. Silvia, botellín en mano, cierra los ojos echa para atrás las cabeza y se deja llevar. Sonríe como hace tiempo no lo hacía. Únicamente siente la música.

Abre los ojos y encuentra esa mirada. Si, tiene que ser él. Se miran fijamente. Cómplices sonrisas y lento acercamiento. Sólo intercambian cuatro palabras. -¿Cómo te llamas?. –Carol. Sí, ella era Carol cada noche que salía por la puerta de su casa. Esa persona sin problemas ni inseguridades que lo único que pretende es divertirse y ser feliz aunque esa felicidad tenga fecha de caducidad y dure sólo un instante. Se sonríen sin hablar mientras bailan cada vez más cerca. Hasta que se funden en un apasionado beso, como si en ello se les fuera la vida, como si lo llevasen esperando una eternidad, como si realmente se hubieran encontrado en el camino después de tanto tiempo buscándose el uno al otro. La química fluye entre ambos mientras no dejan de besarse y de morderse. Silvia ahoga un grito de euforia en su interior. Se siente plena y feliz. Sonríe mientras mira su rostro perfecto y su picarona sonrisa.

Taxi y dirección casi susurrada al conductor entre palabras entrecortadas y muestras de fatiga. Portal, llaves y ascensor mientras las manos no dejan de trabajar y las bocas insaciables no dejan de saborear. Puerta que se abre y se cierra mientras las prendas de ropa caen una a una al suelo de madera. Pasión animal, que desgarra la camisa con furia. Abrazos entre arañazos. Sabor amargo de la cerveza en sus bocas. Olor a nicotina por toda la habitación. No se separan. No dejan de besarse. Cada vez con más fuerza. Cada vez con más ganas. Hasta que caen rendidos y exhaustos en el colchón.
La luz traicionera de la mañana se filtra por la ventana. Silvia se despierta y observa detenidamente el bulto que duerme a su lado. Decepción. Como tantas otras mañanas. De nuevo se siente la persona más estúpida del mundo mientras observa que aquel chico maravilloso de la noche anterior no es más que uno más entre un millón, que la química no sería más que otro de los efectos producidos por el alcohol, además de su profundo dolor de cabeza. Lentamente y sin hacer ruido para no despertar al casi desconocido, recoge sus prendas esparcidas a lo largo y ancho del apartamento. Se lava la cara. Pintalabios y suspiro reflejado en el espejo. Se recoge el pelo y cierra tras de sí la puerta al salir. Otra puerta más.

Al salir a la calle gafas de sol y cigarro en la boca mientras busca otro taxi, pero esta vez de vuelta a casa, donde dormirá sola de nuevo. Donde no será ni Silvia ni Carol. Sino ella misma.
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