Buscadme debajo de las piedras, de esas piedras que estén en lugares donde ni las piernas ni la imaginación de los adultos existan ni asistan, ni quieran, ni puedan... ni hieran. Así las mentes infantiles podrán arrojarlas rasas al agua para que salten de onda en onda, de etapa en etapa, de vida en vida. Buscadme en las llanuras de mi tierra, allí donde se junten con el cielo, donde ni la Soledad pueda estar sola ni haya de lo bueno olvido; entre molinos y campos de olivo. Seguid buscándome aunque no me halléis, insistid aunque desesperéis, que mientras busquéis la aguja en el pajar al menos un alma andará tranquila, viendo al sol resucitar.