Bar de Allandras

Un viejo bar lleno de jarras para beber cerveza y aguamiel que hogaño contenían exquisitos vinos, dulcísimos licores e intensos aguardientes. Había bastante más gente de la que debía, para estar sinceramente cómodos, pero el tiempo que había pasado conteniendo su ingesta de alcohol al desconocer cuando sería la próxima vez que rellenara su calabaza hizo que Gamma no valorara estos detalles para nada mientras avanzaba a codazos (los justos y necesarios) hacia la barra.

-Póngame lo más fuerte que tenga... en una jarra... Y rellene esto... de lo... mismo... ah... -dijo mientras acababa lo que quedaba en su calabaza, ofreciéndosela posteriormente.

El propietario, al otro lado de la barra, cogió muy contento la calabaza con una mano mientras sacaba de debajo una jarra con la otra.

-¡Eh, Llene hasta arriba! -le gritó el espadachín riéndose mientras se alejaba.

Conforme volvió se puso a beber trago tras trago, con pequeños sorbos, de manera contínua, mientras evitaba a codazos por ambas bandas los hurtos normales en cualquier bar tan lleno. Esperaba que sus compañeros viniesen, para que tomaran un poco de esta riquísima bebida. Estaba seguro de que tendrían mejor humor en cuanto lo hicieran.

Helast se sentó en frente de Gamma con una cara de asco impresionante, si algo odiaba en este mundo eran los borrachos, y ese comportamiento de su compañero era despreciable. Le miro fijamente a los ojos y le dijo:

- Creo que gracias a mí hemos llegado a la mejor ciudad posible. Esta ciudad está repleta de información, aqui estan los registros magicos, militares, bibliotecas, en resumen, todo... Si hay algo sobre la sombra del dragón, estoy seguro que estara aquí. Por otra parte, a mi tu busqueda no me importa nada, con lo cual tengo pensado irme a dar una vuelta por la ciudad, ademas asi dejo de ver como te denigras. Ya que estoy ire a ver a mis queridismos amigos los magos si quieres que investigue algo sobre el paperl que encontramos.

Dicho esto se levanto y extendió la mano esperando que gamma le diera el pergamino. La verdad es que no le apetecia ayudarle, eso lo hacia por curiosidad.

-Aquí tienes. Igual sirve de algo. -dijo Gamma ofreciéndole el pergamino con una mirada de cinismo.

Ya había conocido muchos como él, que se niegan a probar muchas cosas por prejuicios que han tomado a lo largo de su vida, muchas veces traumas infantiles o una mala educación. Racismo, tensión sexual y un montón más de comportamientos estúpidos ante algo que no se conoce de primera mano. Los humanos suelen ser así de egocéntricos, pensando que su escasa experiencia es suficiente para valorar todo determinantemente. ¿Para qué abrirse a conocer nuevas experiencias, cuando uno ya es más que feliz con lo que conoce? Un pensamiento bastante pusilánime, similar al de los esclavos que se dejan maltratar en vez de rebelarse, o el de viejo elefante que no tira de la pequeña estaca que lo ata al circo porque de pequeño, midiendo treinta veces menos, ya lo intentó hasta caer exhausto y no lo consiguió. La presunción de conocimiento era uno de los grandes males que azotaban la sociedad desde sus principios, pensaba Gamma, pero aún no había encontrado manera de solucionarla, por lo que se mantenía cínicamente indiferente.

-Supongo que si no quieres acompañarme... o directamente hacerlo tú, si fuera por mí, ya que seguro que se te dan mejor estos intelectualoides que reinan en las instituciones burocráticas... -suspiró- supongo que tendré que ir yo a reunir información. Empezaré por las bibliotecas, ya que ni siquiera sabemos si la sombra de dragón es una criatura, o un grupo de malhechores, o un encantamiento... Y si hay algún sitio donde obtener respuestas sin saber nada de nada sobre lo que se pregunta, es en una vieja biblioteca llena de ratones con gafas y canas.

-No me llevo bien con los intelectualoides, de hecho nos llevamos fatal. Pero suelen ser bastante cobardes y mi apariencia y mi cálida personalidad suelen funcionar -dijo Helast mientras esbozaba media sonrisa- Yo me marcho ya, nos veremos esta noche aquí mismo, si por alguna razon hace falta mandarnos algun mensaje, lo haremos a través del barman. No se os ocurra iros sin mi, odiaria tener que perseguiros y mataros...

Dicho esto se dirigió hacia la barra a preguntar la dirección del Registro Mágico, y salió del bar, mirándoles a modo de despedida.

-Bueno... -intentó pronunciar mientras terminaba su jarra- Ah... Yo me voy a la biblioteca, a ver si encuentro algo... Tú haz lo que quieras -le dijo mirándole de lado al anfibio-, no sé muy bien qué piensas hacer... Date una vuelta, y si ves alguna ganga cómpramela. Por mí me vendría bien una espada bastante grande, para ciertos enemigos... Y si ves alguna armadura ligera que esté bien de precio, y en buen estado, pues también te la agradecería. Esta chaqueta hace tiempo que se queda corta con bestias de gran tamaño. Así que aquí tienes.

Y con esto le cedió la mitad del dinero que llevaba en un fajo enorme escondido entre sus gónadas.

-Por cierto, tabernero, si vuelve alguien dígale que estamos en la posada de su padre, enfrente. Haré caso de su recomendación.

El tabernero sonrió exageradamente, al ver que lo había convencido para quedarse a dormir en el otro negocio familiar.

-Me alegro mucho, caballero. Que disfruten. Por supuesto, se lo diré a cualquiera de ellos si aparecen.

Gamma sonrió de medio lado, sin dejar de parecer agradable pese a su cicatriz en el ojo, y conforme se iba, sin dejar tiempo para que le respondiese el barman, gritó:

-¡Y como agradecimiento, cuide de nuestro amigo, el que está tirado en la entrada!¡Llévelo a la posada cuando pueda, y de paso guárdenos una habitación con cuatro camas!

El tabernero sonrió, aunque algo asqueado. Era su mejor cliente desde hacía mucho, y le había pagado al contado, algo poco acostumbrado en la ciudad, pero eso de cargar con un cliente... Su enfado fue mayor cuando vió al personaje, apostado a la entrada de su bar. No era un alfeñique. Él sí.