Y yo,
yo que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo.
Y yo,
que con el Carpe Diem vivo el día nuevo,
y por hacerte esta pequeña ofrenda
verso versando y voy versando el verso.
Y tú,
que no te dignas a brindarme el genio,
que desprecias toda invención nueva,
pero que tanto ayudaste a los poetas viejos.
Y yo,
¿Qué es poesía? Me pregunto sin saberlo,
pero tú nunca lo preguntas
poesía eres tú, desde hace milenios.
Y yo,
de nuevo, para el poeta el “yo”, que es lo primero,
porque si puedo hacer lo que dijiste en un poema,
seré un hombre, hijo tuyo, no lo niego.
Nosotros,
caminando al fin cogidos de la mano,
ahora en mí renace entera la poesía,
ya no soy polvo, pero sigo enamorado.
Nosotros,
que al fin por El Parnaso caminamos,
mientras exista una mujer hermosa habrá poesía,
me dices, y cuán hermosa eres nos besamos.
Y tú,
te fuiste desnudando,
Y yo,
y yo te sonreía.
Y tú,
poesía desnuda, fuiste mía.
Y tú,
te levantaste, y terminamos.
Y así, adiós, de ti me despido,
sólo quiero por riqueza tu belleza,
un epitafio que rime mi destino,
he de morir si quiero ser poeta.
Y tú, y yo, y tú y yo y tú y yo,
nosotros, los dos.